jueves, 30 de abril de 2015

AUTOENTREVISTA

DIMES Y DIRETES

Con motivo de la reciente no concesión del Premio Cervantes a quien firma esta columna –y ya van ni se sabe las convocatorias– he decidido concederme una entrevista (telefónica), que técnicamente ha sido algo engorrosa, pues me he llamado por el móvil al fijo y viceversa, debiendo atender personalmente ambas terminales. De móvil a fijo y de fijo a móvil, por no estar al tanto de la oferta de tarifas, me parece que he palmado unos euracos, pero qué quieres. La entrevista, aviso, se interrumpe abruptamente, por dos razones: una biológica y otra ideológica, que además riman. 

Pregunta: ¿Qué se siente al estar en la honrosa compañía de Cervantes?
Respuesta: (Abatido.) No me han dado el Premio.
P.: Tampoco a él.
R.: (Se anima.) Coño, es verdad.
P.: ¿Aceptaría usted el Premio Cervantes? Caso de que el jurado enloqueciera… o recuperara la cordura, vaya usted a saber.
R.: Sí.
P.: ¿Por qué?
R.: ¿Qué?
P.: Que por qué razón aceptaría usted el Premio Cervantes.
R.: Por dos razones.
P.: ¿Sería tan amable de explicitarlas?
R.: ¿Cómo dice?
P.: Que las diga. Las razones.
R.: La primera, por la dotación del Premio. Me refiero al dinero que acompaña a la distinción.
P.: ¿En qué lo gastaría?
R.: (Muy digno.) Eso es cosa mía.
P.: (Rubor leve. Sabe que ha metido la pata.) ¿Y la segunda?
R.: Por el renombre, lo que también se traduce en pasta.
P.: ¿Y las razones literarias?
R.: Las razones literarias, qué.
P.: Que si las deja en tercer lugar.
R.: No sé qué lugar es ése.
P.: Un premio literario, en particular éste, se justifica por la hondura en el buceo, a través de la palabra escrita, de la condición humana, iluminándola, dignificándola, expresando sus arcanos y, a la vez, sirviendo de peana para que otros se eleven sobre sus propias miserias, traduciéndolas compulsivamente en fulgurante albedrío que permite…
R.: Déjelo, no se moleste.
P.: (Algo decepcionado.) Me estaba quedando cojonudo.
R.: Nadie lo duda. Pero quién es aquí el entrevistado.
P.: Usted.
R.: (Seco.) No lo olvide.

(Silencio incómodo.)

P.: ¿Le puedo hacer una pregunta?
R.: (Muy agudo.) De eso va esto.
P.: Si algún día, consigue usted reunir los apoyos necesarios para que le concedan el Cervantes u otro galardón de similar enjundia…
R.: (Desganado, escéptico.) Sí, ya.
P.: (Se enciende.) ¡Pues yo tengo esa ilusión! Y me gustaría que participara del sentimiento. Al fin y al cabo, es usted –sería– el beneficiario.
R.: Lo seríamos los dos.
P.: ¿Perdón?
R.: Esto es una autoentrevista. Lo que quiere decir que somos el mismo.
P.: (Admirado.) No lo había contemplado desde ese ángulo.
R.: ¿Tiene usted ganas de mear?
P.: (Perplejo.) ¿Cómo dice? 
R.: Que si tiene ganas de mear.
P.: ¿Cómo ha podido adivinarlo?
R.: Somos el mismo, cojones…
P.: Claro, claro.
R.: Conteste, pues. Y le damos fin a esto.
P.: (Indeciso, turbado.) Dos hombres juntos al servicio... No sé… Le temo al qué dirán. Ah, bueno, perdone, no caía… Pero nos ha quedado mucho en el tintero. Lo mejor ha quedado por decir.
R.: (Se nota que tiene un as en la manga.)  ¿Quiere usted vivir tranquilo?
P.: Por qué lo dice.
R.: En dos palabras se lo explico…
P.: Ya van seis.
R.: Usted y yo vivimos en España. 
P.: (Aterrado. Las ganas de mear se le incrementan.) ¡No diga más!

(Cuelgan los teléfonos. Se levantan. Se dirigen a donde han dicho que iban.)



miércoles, 29 de abril de 2015

PENTALOGÍA DE CANTOR DEL RÉGIMEN - 1 Retrato de intelectual con pedigrí (1997)

HUMOR ENTRE CASCOTES (DISPARATE)

(Durante los próximos cinco jueves, presentaré aquí la estampa de lo que ha venido siendo y figurando el "intelectual" español en los últimos veinte años, al vaivén de la alternancia política en el país, a la que se ha adaptado camaleónicamente de manera magistral. 
Con objeto de contextualizar su lectura, se indica la fecha en que estos artículos fueron publicados. Los 4 primeros aparecieron en la Revista Argaya, de la Diputación de Valladolid; el último, por razones en las que no quiero escarbar, halló su acomodo en la Revista En taquilla, también de Valladolid.)


    Florencio García Retortillo, apodado Caraculo en el colegio por su cara redonda y avisada, y que habría de ser conocido como Pitiminí en ambientes, era escritor y sobre todo poeta. De familia muy humilde, la primera vez que su padre le sorprendió leyendo un libro le dio una fenomenal paliza. Esto inspiró su primer poema, aquel famoso que comienza: Tu mano curtida en el arado / vino sobre mí como una ola de piedra...  A su padre le enterraron sin que jamás llegara a posar la vista en el poema. Florencio García Retortillo destacó tempranamente en los estudios, siendo el primero de su clase que aprendió lo que era una metáfora. Semejante conocimiento le embriagó durante meses, en que se dedicó con fruición a cultivar el tropo. Tuvo la mala suerte de que algunas composiciones cayeran en manos de sus compañeros, los cuales, al verse reflejados, le midieron las costillas. De aquí nació su segundo poema importante: Cinturón de sierras encendidas son vuestras callosas manos...  Tampoco sus compañeros leyeron nunca estos versos.  

    Florencio García Retortillo continuó estudiando y acumulando experiencias que luego vertía sobre el papel. En la Universidad comprobó que existían otros que, como él, se estremecían ante el inefable candor de los niños andrajosos y las modestas amapolas que florecían en mayo entre el balasto de las vías. Después de una temporada de dudas, su poesía tomó una orientación social. Emprendió junto a sus compañeros la redacción de una revista literaria, al tiempo que ingresaba en un grupo clandestino de oposición al régimen. En ocasiones (no tantas como después dijeron), corrieron con alguna ligereza delante de la policía, que les perseguía porra en mano. Una noche, después de una carrera, Florencio García Retortillo quedó encerrado en un portal. De madrugada, le arrojó a la calle una mujer azotándole con una bayeta mojada. El poema La Bayeta figuraría con el tiempo en importantes antologías de la nueva poesía. 

    Alcanzadas las libertades, Florencio García Retortillo y sus amigos se presentaron con displicencia a unas oposiciones que ganaron. Ingresaron en la Administración que habían combatido, para transformarla desde dentro. Sus páginas poéticas universitarias pasaron ahora a imprimirse en papel cuché, pero su virulencia y capacidad de compromiso, lejos de amenguar, arreciaron. Como la poesía la leían cuatro, se lanzaron a escribir novela "con voluntad de llegar a un público más amplio". Lo consiguieron con creces, siendo agraciados con relevantes premios. En el extranjero, y dada la naturaleza extendida del fenómeno, comenzaron a preguntarse qué nuevo Siglo de Oro tenía lugar entre nuestras fronteras. 
    Florencio García Retortillo llevaba la fama con esa fatiga resignada que comunicaba inicialmente a sus poemas y que ahora era la seña característica de sus obras en prosa, la cual constituía uno de los rasgos más apreciados por la crítica. Colaboraba asiduamente en prensa y daba conferencias, principalmente en verano, a las que asistían educadas personas en mangas de camisa. Regularmente aparecían libros suyos, y se comentaba que una novela surgida de su pluma sería pronto llevada a la pantalla. 

    Había ocasiones en que Florencio se inquietaba. Recordaba con aprensión la sangrienta guerra que tuvo lugar en su país y en la que se enfrentaron personas nobles y desinteresadas que buscaban el progreso de la Nación con aquellas otras que pretendían aferrarse a sus antiguos privilegios, sumiendo en el atraso y la ignorancia a los más menesterosos. Desgraciadamente, ganaron estos últimos, y sólo la lucha de García Retortillo y de los suyos consiguió arrebatar el látigo al tirano. En estos momentos de zozobra, releía angustiado su poema La Bayeta. 

    Florencio García Retortillo, como la mayoría de sus amigos, echó papada y engordó. Venía viviendo por temporadas con una antigua compañera de Facultad. No comprendía a las últimas generaciones, reprochándolas su falta de compromiso y la escasa importancia que le daban a sus añejas luchas. Florencio García Retortillo sabía que no se podía bajar la guardia. La caverna estaba agazapada, esperando el momento de volver. Por esta razón, firmó algunos manifiestos y encabezó algunas protestas que pasaron sin demasiada repercusión. Continuaba escribiendo obras memorables. Le llamaba del extranjero un señor con mucho acento que se interesaba por las cuestiones nacionales y que le preguntaba el grado en que venían resintiéndose las libertades tan costosamente adquiridas. Florencio García Retortillo le respondía engolando la voz con pesadumbre. Su vida personal, "un acto de libre compromiso", como la calificaron en su día él y ella, hacía aguas. Su compañera de Facultad pasó a vivir con un pintor. Él se refugió en su obra, preguntándose íntimamente y en secreto cuánto le duraría el momio. Ocasionalmente se reunía con los afines para revivir los viejos tiempos. Consideraban que no se les había hecho justicia.
(1997)


Segunda viñeta de la Pentalogía: "APUNTES PARA UNA BIOGRAFÍA NECESARIA"
Tercera viñeta de la Pentalogía: "UN HOMBRE UNIVERSAL PARA EL MILENIO"
Cuarta viñeta: "EL SUBIDÓN O FLORENCIO GARCÍA RETORTILLO AL ASALTO DEL PARNASO"
Quinta viñeta y FINAL: "OTRA VEZ EN EL MACHITO"



martes, 28 de abril de 2015

"LAS MUJERES SABIAS", Molière

RESEÑA TEATRO

"Las mujeres sabias", Molière (1622-1673) - Quizá el más grande satírico que ha dado la escena, su capacidad corrosiva no ha aminorado con el tiempo. Esta obra, crítica del intelectualismo superficial, de la pedantería, de la literatura vacía y engolada (que, dicho sea entre paréntesis, constela fuertemente nuestra época), supone un afortunado ejercicio teatral en el que paralelamente aparecen denunciados otros vicios de los que se ocupó también nuestro autor, como son la avaricia, la hipocresía, etcétera. Lejos de denostar a las mujeres, como se le ha venido reprochando, la comedia supone un ataque frontal contra la ñoñería, la pudibundez y el reaccionarismo del peor cuño, que se camufla bajo la coartada de la redención femenina. La dictadura cultural que se pretende se expresa claramente por boca de la pedante Armanda: "Nadie tendrá talento salvo nosotras y nuestros amigos; en todas partes intentaremos buscar motivos de crítica, y no encontraremos a nadie, salvo nosotras, que sepa escribir bien". ¿Nos suena?



lunes, 27 de abril de 2015

AFORISMO GORDO Nº 2

A lo que te dé la gana de pensar

AFORISMO GORDO DOS: Le preguntaron a aquel sabio escondido en la montaña cuál era la mayor virtud que podía atesorar el hombre. “¿La bondad, maestro? ¿La perseverancia, la paciencia...? Dínoslo, que anhelamos escucharlo de tus labios”. El sabio entrecerró los ojos y meditó durante días. Al cabo de los cuales, dijo: “Ni la bondad, por alta que sea, que lo es; ni la perseverancia, sin la que ningún logro se alcanza; tampoco la paciencia, que permite soportar las situaciones más adversas y enriquece paralelamente el alma... Ninguna de ellas, junto a otras que están en el ánimo de todos, pueden equipararse a la capacidad de ser escurridizo. Nada más alto –subrayó, clavando la mirada en las atónitas faces– y, sobre todo, provechoso para circular por esto que llamamos vida. ¿Por qué mierda pensáis –agregó–, que tuve que refugiarme en estos andurriales, sino porque me faltaba semejante y capital pericia?” Se marcharon los discípulos. El sol poniente, escondiéndose tras los elevados picachos de perpetuas nieves, prestó su mortecina rojez a los endurecidos y polvorientos calcañares del perplejo grupo, barrenando la ladera en su descenso... 



domingo, 26 de abril de 2015

"EL HOMBRE DE NEGRO", Wilkie Collins

RESEÑA NOVELA


"El hombre de negro", William Wilkie Collins (1824–1889)El autor de ‘La dama de blanco’ y ‘La piedra lunar’, cumbres indiscutidas (e insuperadas) del género policíaco, nos presenta en esta novela a uno de los personajes más fascinantes que han salido de su pluma. El padre Benwell, jesuita de alto rango, une a su poderosa y fina inteligencia un extraordinario conocimiento de la naturaleza humana, junto con una radical falta de escrúpulos o, por mejor decir, una completa acomodación a sus intereses. Con determinado propósito, se introduce en la intimidad de un matrimonio, que cae bajo su letal influencia, rápidamente extendida a los amigos de la casa. Vemos las zozobras, los titubeos y la angustia de la infeliz Stella, con un personal enigma a sus espaldas, de su madre, su marido Lewis Romayne y otros personajes, en particular el también jesuita Penrose, contrapunto del padre Benwell, que da prioridad a su conciencia sobre los turbios manejos a que se ve obligado en un principio. La obra no concede respiro y puede adscribirse a ese subgénero que podríamos denominar ‘jesuítico’, con sus modelos buenos y malos, en este caso de absoluta y magnética perfidia.



jueves, 23 de abril de 2015

CAMBALACHE

DIMES Y DIRETES

Hoy me lo han dado hecho, no dirán ustedes que no.

"Cambalache" (1935), de Enrique Santos Discépolo, interpretado por Julio Sosa





miércoles, 22 de abril de 2015

"FABULILLA" (Al revés de la trama)

HUMOR ENTRE CASCOTES (CAPRICHO)

Un avaro guardaba en su casa un gran tesoro. Todas las noches, mientras los demás dormían, él permanecía en vela contando las monedas. Cuando el primer fulgor del alba penetraba por la claraboya, escondía los caudales, incorporándose sin haber descansado a la tiendecita donde ofrecía cachivaches. Se pasaba las horas temiendo entraran ladrones y localizaran el dinero. Al anochecer volvía a embelesarse con su escondido capital. La ciudad entera, engañada, compadecía su indigencia.
Pasaron meses, años. Su cabello se volvió gris y luego blanco. Enflaqueció y una joroba, como la de los dromedarios que atravesaban el desierto, curvó con severo trazo sus espaldas. En ocasiones lamentaba no haberse casado, pero lo gravoso de mantener mujer e hijos, aprendido de las quejas que en este sentido escuchaba a los clientes, le confirmaba en su resolución. 
Un día, al abrir la tienda, oyó gritos y voces en la calle. Los ejércitos del sultán acampaban al pie de las murallas. Exigían la entrega del hombre más miserable de la ciudad. 
Tan extraña petición hizo acudir a sus umbrales a un grupo de notables, rogando se sacrificara por el bien de todos. Ninguno tan pobre como él, le dijeron, y además carecía de familia que adoleciera de su pérdida. Él pensó: “Si muestro mi tesoro, me libraré de caer en manos del sultán, pero habré despertado la codicia de mis conciudadanos, que, antes o después, asaltarán mi casa para despojarme. Por otro lado, no deseo ser entregado al enemigo”
Extrajo entonces una moneda de su escondrijo y la enseñó a sus convecinos, afirmando que acababa de encontrársela. Con la treta, hubieron de elegir a otro, aunque la moneda se destinó a socorrer a la prole del inmolado. A la mañana siguiente, regresó el emisario del sultán con idéntica exigencia, y él volvió a repetir el ardid, presentando ahora dos monedas. 
Ocurrió igual cada mañana, debiendo el avaro doblar su oferta, con lo que dilapidó su tesoro, convirtiéndose sin remisión en el más pobre y siendo entregado por último a las tropas del sultán, que lo empalaron. 
Quienes le habían precedido en la entrega, que permanecían en cautiverio comiendo berberechos –pues no eran el verdadero objetivo del sultán, el cual buscaba castigar la avaricia y cochambre del insolidario, del que tenía noticia por sus espías–, regresaron alborozados a sus casas. El sultán se retiró, recibiendo en adelante los sobrenombres de “Magnánimo” y “Justiciero”.


martes, 21 de abril de 2015

"CARTAS DEL DIABLO A SU SOBRINO", Clive Staples Lewis

RESEÑA NOVELA

"Cartas del diablo a su sobrino", Clive Staples Lewis (1898-1963) -No se sabe dónde hacer más hincapié, si en lo divertido o en lo profundo de este libro. Un diablo experimentado tutela, mediante sucesivas cartas, la trayectoria en la tierra de un diablo sobrino suyo, encargado de sembrar de tentaciones el camino de un reciente converso al cristianismo. Las múltiples rendijas de la flaqueza humana, los subterfugios, a menudo inconscientes, con que los hombres pretendemos justificar nuestras acciones, muchas veces en apariencia inocuas, pero que derivarán irremisiblemente hacia la trasgresión moral, los infinitos pliegues del corazón humano, son puestos de relieve por el autor con humor comprensivo, no exento de una que podríamos denominar "teología de la inteligencia". Como hemos afirmado, sabrosísimo. E imprescindible en esta confusa y relativa edad contemporánea, de la que viene a ser su fiel retrato.



lunes, 20 de abril de 2015

AFORISMO GORDO Nº 1

A lo que quieras pensar

AFORISMO GORDO UNO: “La conjura de los necios”, de John Kennedy Toole (se suicidó a los 32 años); “El maestro y Margarita”, de Bulgákov (muerto a los 49, habiendo sido borrado del Parnaso literario); “Las aventuras del valeroso soldado Schwejk”, de Jaroslav Hasek (muerto a los 40); “Almas muertas”, de Gógol (muerto a los 43, después de haber sido inducido a quemar la segunda –y magistral, dicen– segunda parte de su obra); “Los papeles póstumos del Club Pickwick”, de Dickens (vivió algo más, tampoco mucho, pero profundamente infeliz); “El Quijote”, de Cervantes (para qué hablar)... Después de estos casos –no son únicos–, se está tentado de considerar que la sátira literaria se paga cara.



domingo, 19 de abril de 2015

"UN HÉROE DE NUESTRO TIEMPO", Mijail Lermontov

RESEÑA NOVELA

"Un héroe de nuestro tiempo", Mijail Lermontov (1814-1841)- A través de distintos enfoques, asistimos a la corta e intensa vida de Pechorin -trasunto del autor-, oficial ruso que sufre spleen, la enfermedad romántica del hastío, que no cura la satisfacción de todos los placeres. Gravita sobre sus actos una de esas "nubes negras", citadas varias veces en el libro, que envuelven la cima de las montañas de los salvajes parajes donde se desenvuelve el personaje. El fatalismo de sus actos se proyecta con crueldad sobre las infelices mujeres que le aman. Pechorin es el símbolo de la juventud que ha vivido demasiado deprisa, consumida en la llama de mortíferas virtudes de doble filo, como son la del honor, el amor, la valentía, el servicio de las armas... Pechorin, indiferente, fugitivo de sí mismo, se dirige a Persia. Le compadecemos. No podemos odiarlo.



jueves, 16 de abril de 2015

VA A SER QUE NO

DIMES Y DIRETES

Ya se han dado cuenta de que instaurar el comunismo era más complicado de lo que parecía a simple vista. Consternados, deambulan por aquí y por acullá con mirada de borrego degollado, que no sé como mira un borrego degollado, pero debe de ser algo así como la mirada que se les ha quedado a éstos ahora. Han dado en eso que los comentaristas llaman “moderar el discurso”, que es la tradicional bajada de pantalones en que, más pronto que tarde, incurren los revolucionarios de salón cuando se aburren de jugar al Scalextric que les regalaron en Reyes sus papás. Nadie como ellos para saber de qué lado sopla el viento y, fracasada su intención inicial, inspirada en esos regímenes pintorescos que todavía colean por el mundo, reformulan su meta, que es integrarse en el sistema que tanto han criticado, convertirse en casta y chupar del presupuesto, ya que lo de quedarse a la intemperie no va con estos niñatos criados al calorcito de la calefacción central de sus cómodos hogares. Tabarra, la van a seguir dando, pero ya de otra manera, haciéndole la pelota al Rey de España, por ejemplo. Sí, al mismo al que querían poner de patitas en la calle con las maletas a la puerta. El Che Guevara sería lo que fuera, que lo era, pero le echó las pelotas que vosotros no tenéis ni hartos de calimocho, que es la bebida, diréis por qué, con la que más os relaciono. La Revolución, cachis, va a tener que esperar. 



miércoles, 15 de abril de 2015

IDENTIDAD E INOPIA DE TITO ROCAMORA (Al propio Tito)

HUMOR ENTRE CASCOTES (CAPRICHO)

I

Tito Rocamora, funcionario encargado del tampón de salida en el Ayuntamiento conservador de su ciudad, aquejado de amnesia que abarcaba enteras su niñez y adolescencia, se sentía abrumado e infeliz por la grave laguna biográfica. 
Su prístina documentación –guardada en un gastado sobre de color mostaza del que un coleccionista (¿quién?) había arrancado las estampillas– lo titulaba de inclusero, nacido de desconocidos padres. Era el único dato de aquella etapa incógnita, junto con su nombre, que podía dar por cierto. Los restantes, ubicación y particularidades del hospicio incluidos, estaban borrados a consecuencia de una extendida e irrevocable mancha de agua.
Rocamora se torturaba acerca de la mancha. Dependiendo de su ánimo, le inducía varias causas:
a) Llanto. ¿El de su madre al renunciar a su custodia?
b) Inundación. 
c) Salpicaduras de abluciones. ¿Cuáles? ¿De quién? ¿Hombre o mujer? Esta explicación, no sabía por qué, le desazonaba especialmente.
Tito Rocamora se obsesionaba también con su apellido. Con probabilidad, se lo endilgaran en el orfanato, extrayéndolo, quizá con guasa, seguramente con rutina, de alguno de los folletones con que –lo había oído de gente autorizada– distraían los celadores sus veladas. ¿Viviría impreso en el papel un tal enano Rocamora? ¿Un felón vizconde Rocamora? ¿Quizá el piloto Rocamora, protagonista de proezas en el aire que sobrecogían a las féminas en tierra?

II

La admisión de Tito Rocamora en la administración estuvo jalonada de ciertas triquiñuelas protagonizadas por el propio, con el lógico desconocimiento de sus futuros jefes. 
Rocamora, que no disponía de más papeles que los dudosos contenidos en el sobre, y necesitado de más concreto pasaporte que incluyera estudios medios, recurrió a un falsificador, urgiéndole de paso para que le dotara de prosapia, vale decir, de progenitores oficiales y un hogar. 
Su padre se pasó a llamar Rodolfo, habiendo sido vinatero, fumador en pipa y aficionado (con mesura) a las carreras de caballos; resultando María Virtudes la gracia de su madre, de profesión las labores de su sexo. El domicilio familiar fue situado en una coquetona casa de dos pisos, no lejos de las arterias principales, pero suficientemente apartado para que a nadie le interesara hacer indagaciones. (Los detalles no estrictamente precisos o ambientales figuraban en recortes de prensa igualmente espurios.) 
Amparado por los antecedentes títulos, principalmente el que reflejaba su formación académica virtual, el opositor consiguió ganar la plaza. El falsificador, aprovechando su adquirido ascendiente sobre Rocamora –insistió en que conservara su apellido: la amnesia le podía jugar malas pasadas–, se benefició en adelante de la parte del león de su salario, que tampoco daba como para soltar cohetes. 
Este individuo respondía –es un decir– por Sr. Sieso, y lucía un característico clavel rojo reventón en la solapa. Tito Rocamora y Sr. Sieso solían tomar copas, sufragadas por el funcionario, a la caída de la tarde, después que el primero dejara su oficina de remero galeote, habiéndose despedido con una venia ceremoniosa de sus jefes. 
Rocamora era intolerante a los tragos, que se le subían con rapidez a la cabeza, momento que el otro aprovechaba para arrastrarle a un lupanar, a cuya dueña conocía de cuando ambos estudiaban catequesis en una parroquia que acabó siendo execrada, por razones que se consiguió hurtar a los periódicos. 
Conforme se abandonaba Tito a las mecánicas, y un tanto impacientes, pericias de la daifa –Sr. Sieso hacía el paralelo en la propincua estancia–, su pensamiento volaba tenaz al sobre de color mostaza que, en el armario del cuarto en que vivía, encerraba, mudo, inflexible, con la severidad de un convencido cancerbero, el arcano de su verdadera procedencia. 

III

Con los años, Tito Rocamora, a pesar del respaldo documental de Sr. Sieso, acrecentó la tensión de su orfandad. 
El recorrido matinal al Consistorio se le hacía cuesta arriba. Ya en el trabajo, hesitaba estampillar los dos o tres papeles depositados en su mesa, hasta el punto de que le llamaron la atención. No pudiendo soportarlo, sufrió un cólico. 
Le condujeron al ambulatorio con síntomas de asfixia. Tras hacerle numerosas pruebas –se desdeñó la trepanación que propuso un sanitario–, fue devuelto a su pensión con la receta de un suplemento vitamínico y el consejo de procurara descansar. 
No tardó en presentarse Sr. Sieso, pero no para interesarse por la salud del compañero, como tuvo la ingenuidad de pensar éste. Mostraba numerosos hematomas en la cara. Sr. Sieso debía con urgencia mudar de aires, para lo que necesitaba imperativo el concurso del amigo. 
Se irguió en la cama Tito Rocamora, afirmando con prurito de vergüenza que acababa de ser rebajado de salario. Por semejante razón, y lamentándolo en el alma, se veía en la tesitura de negar la ayuda requerida. 
Sr. Sieso aulló. Recordó que el puesto que ocupaba Rocamora, bueno o malo, regular o mejorable, se lo debía a la habilidad de Sr. Sieso, habilidad que –se obligó a confesar el tumefacto– era precisamente la que le situaba en el actual brete. Sr. Sieso lanzaba frecuentes y angustiadas miradas a la puerta. 
Terminó extrayendo una navaja de cachas nacaradas, en las que figuraba inscrito en letra púrpura un soez apotegma de burdel. La hoja refulgió a medio centímetro de la nuez de Rocamora, que se desplazó (la nuez) arriba y abajo con angustia.
En ese momento, irrumpieron en la habitación unos matones. 

IV

Tito Rocamora, en el frenopático donde acabó siendo internado, cumplía su tarea de regar las flores con celosa exactitud.
Sumiera en el olvido la totalidad de su pasado, despreocupándose asimismo del presente, excepción hecha de su cometido horticultor, y sin barruntar siquiera su futuro. 
Sr. Sieso, desde la silla de ruedas en que se postraba tetrapléjico, contemplaba a Rocamora con inclemente furia. (Las autoridades sanitarias habían decidido, a pesar de sus adversas dolencias, y con miras a intentar el buen comedimiento de los dos, no separar a los amigos.) 
Regularmente, desconocidos escalaban el muro de la casa de salud para exhibir a Sr. Sieso como fenómeno mutante en una feria, dándole de paso unas collejas. Luego permanecía éste sin salir al aire libre un tiempo. 
Empuñaba Tito entonces las manijas de su silla, volviendo a colocar al compañero en el jardín, ignorando, cordial y afectuoso, sus protestas. 
Rocamora recibía en Navidad, puntual e inexcusable, la felicitación de sus colegas funcionarios, quienes expresaban el deseo formulario de su cura. El sobre de color mostaza se perdiera en las mudanzas.
Tito Rocamora dormía como un lirón toda la noche.



martes, 14 de abril de 2015

"UNA GRULLA EN LA TAZA DE TÉ" (Senbazuru), Yasunari Kawabata

RESEÑA NOVELA

"Una grulla en la taza de té" (Senbazuru), Yasunari Kawabata (1899-1972) - El joven Kikuji, la tierna y amorosa señora Ota y su desdichada hija, con el contrapunto de Chichako, profesora de la ceremonia del té, son impulsados por el destino a un juego vertiginoso en que se mezclan pasado y presente y donde la admirable armonía de la tradición se ve hostigada por un equívoco elemento emocional que conduce a la tragedia. Exquisita, de admirable sencillez, la novela se adentra en el universal enigma femenino -pletórico de amor, entrega y sacrificio, inconsciente de la propia irradiación-, en todo su turbador misterio. Las costumbres nacionales japonesas, entre las que destaca la veneración por los difuntos, el adorno de las flores y la minuciosa y recatada ceremonia del té se funden con los obsesivos temas del autor, como son el amor, la soledad, la muerte y el sosegado e imparable fluir del tiempo, expresado a través de una intensa identificación con las estaciones. 



lunes, 13 de abril de 2015

SUTRAS ENTRE ORIENTE Y OCCIDENTE

A la primavera que no termina de llegar

UNO: Su fuerza era infinita: estaba solo.
DOS: Nunca se meditará lo suficiente sobre el colosal poder del tiempo: pinta, esculpe, escribe y hace santos.
TRES: Hernán Cortés no era partidario del consenso: su gesta militar es conocida. Tampoco se inclinan a él los artistas: porfían con oscura cerrazón en su mensaje, normalmente en medio de la indiferencia o el rechazo. El consenso no es opinión: es la negación de la opinión. Distinto tema es el acuerdo, al que habrá que llegar según los casos.
CUATRO: El viejo truco de repartirse los papeles... Bien es verdad que el truco está un poco gastado.
CINCO: El Destino le perseguía implacable y le nombró presidente de la comunidad de vecinos.
SEIS: De profesión, su tabarra personal.
SIETE: El belicismo radical, como el pacifismo a ultranza, son deformaciones del cuerpo social o el individuo.
OCHO: Triste oficio el de adular o manipular a la opinión.
NUEVE: El escritor no tiene a dónde ir; sí, donde caerse muerto.
DIEZ: Hay momentos en que se tiene la sensación de que está a punto 
de aflorar la realidad.
ONCE: ¡Éstos son hechos! ¿Hechos...? Cuántas veces, como decía Chesterton, los hechos encubren la verdad.



domingo, 12 de abril de 2015

"LOS COMPAÑEROS", José Jiménez Lozano

RESEÑA NOVELA

"Los compañeros", José Jiménez Lozano (n. 1930) - Un grupo de antiguos compañeros de la facultad de Derecho decide organizar una cena conmemorativa, cuarenta años después de haber finalizado la carrera. Con semejante pretexto, este singularísimo escritor vallisoletano y Premio Cervantes, de obra numerosa, variada y difícilmente igualable despliega un centón de caracteres que, bien mirados, son la cabal encarnación de lo que cada cual apuntaba en la lejana época universitaria, trascendiéndose en un significado universal que comprende la "inevitabilidad" de que los fuertes se aprovechen de los débiles. Novela engañosamente fácil, nos desazona con sus valores pasados por el filtro del ascetismo religioso español, con ecos de Tomás de Kempis, cuya Imitación de Cristo se cita explícitamente en el libro. El mundo se ofrece como espejismo y como engaño, un recorrido cuyo final está en la fosa, donde, fría y despojada, nos sonríe la calavera.



jueves, 9 de abril de 2015

UNAS LÍNEAS PARA UN PROGRAMA DE GOBIERNO

DIMES Y DIRETES

Esta triste y patética columna, en su afán de contribuir a la felicidad y mejora de la especie, sugiere algunas medidas que, se sabe, los administradores de lo público se pasarán por el arco situado en la entrepierna, pero aun así, allá te van:

1) Mirarse mucho lo del AVE, ese tren que impulsaron nuestros próceres para su particular uso y disfrute, en ningún caso para el respetabilísimo señor que, en el instante en que se pergeñan estas líneas, nos está fregando a la comunidad la escalera de la finca.

2) Reducir los diputados autonómicos. En torno al 20% no sería mal visto. Y reunirse poco, con lo que también ahorraríamos en dietas y en chorreo legislativo, que no va a haber papel donde apuntarlo.

3) Congelarse el sueldo o, mucho mejor, bajárselo. Ya lo habrán hecho, claro, si que es digo cada bobada.

4) Volver a inflar, en el mejor sentido de la expresión, la denominada “hucha de las pensiones”, que no sólo va a estar para que la metan mano, con perdón, sino para reponer lo que la han adelgazado, si fuera preciso sacando sus recursos de debajo de una piedra.

5) Subvencionar menos a la prensa, y si las mentecateces y trolas que cuentan ya poca gente se las cree, pues tú mismo te explicarás por qué lo digo. (Ésta va por ti, Soraya, y la montaña de pasta que le has insuflado al Grupo Prisa para que te trate de mimo, aunque te va a dar igual.)

De literatura por esta vez no hablo, pero no hacerse ilusiones. 



miércoles, 8 de abril de 2015

ALDEA (Simplemente al barro)

HUMOR ENTRE CASCOTES (ENIGMA)

Al anochecer, bajó de las montañas un viento gélido que vació las calles, empujando a los hombres a la taberna y a las mujeres a sus casas. Un perro sin dueño se refugió en un granero. De algunas chimeneas salía humo. Se encendió la única bombilla de la plaza y las que señalaban la entrada y la salida de la aldea. Grandes nubes cruzaban velozmente un cielo sin estrellas. La mole oscura de la sierra se confundió finalmente con la noche. 
Un jinete desconocido atravesó las calles. El sacristán, que no podía conciliar el sueño, se asomó a tiempo de ver el bulto desaparecer tras una esquina. Volvió a la cama y oyó el ruido de los ratones en el desván y el crujido de las vigas en el techo. Se levantó de nuevo, prendió una luz y abrió el cajón de arriba de la cómoda, de donde sacó un cuaderno en el que estuvo escribiendo varias horas. Un golpe de viento le sobresaltó y le hizo darse cuenta del tiempo que llevaba ocupado en su tarea.
Apagó la luz, guardó el cuaderno y se acostó.
Los perros ladraban al viento, que sacudía las ventanas y penetraba por las rendijas produciendo sonidos inquietantes. El mugido inquieto de las vacas indicaba la proximidad de la tormenta. Lloró un niño.
Un hombre susurraba violentamente a una mujer, que se retorcía las manos. En otra casa, un viejo contaba unas monedas. Alguien notó un lecho vacío, y dos hermanas rezaban en camisón ante las cenizas tibias de la lumbre.
Se desprendieron del cielo heladas gotas, tembló la bombilla de la plaza. La lluvia comenzó a caer en tromba contra la torre de la iglesia, y un relámpago hizo bruñir un segundo las campanas. 
El sacristán volvió a levantarse a mirar por la ventana. Se adivinaban rostros a través de los cristales. Un hombre se puso el uniforme y la mujer le ajustaba el correaje. Truenos y relámpagos se sucedían a intervalos. El agua de lluvia corría por el empedrado.



martes, 7 de abril de 2015

"EL SUEÑO DE LAS NUEVE NUBES", Kim Manjung

RESEÑA NOVELA

El sueño de las nueve nubes, de Kim Manjung (1637–1692) Seon-Jin, joven discípulo de un ilustre monje budista, cae por debilidad en un triple pecado: bebe licor, se muestra sensible a ocho ninfas que encuentra en su camino y desprecia, en suma, la soledad budista. Aunque arrepentido, es condenado al mundo terrenal, donde también son arrojadas las ninfas. Al nacer en el seno de una humilde familia, debe en adelante abrirse paso en la maraña de dificultades, que comienzan por la necesidad de superar los exámenes imperiales. Sus méritos y virtudes le permiten un rápido ascenso, en medio del cual encuentra a sus compañeras femeninas, con las cuales se termina vinculando a través del matrimonio y concubinato, conforme a la costumbre china de la época, llegando a emparentar con el mismo emperador. Pero la vida pasa, él envejece y al fin comprende, al igual que sus esposas y concubinas, la vanidad inherente de este mundo, logrando todos finalmente la iluminación. Ambientada la novela en la época de la dinastía Tang de China (618-907 d. C.), está fuertemente permeada por el budismo, que considera ilusorio el mundo material en que vivimos y una fugaz nube nuestras vidas. Inspiró Sueño en el pabellón rojo, novela canónica de China, surgida algo más de un siglo después.



lunes, 6 de abril de 2015

SAL Y PIMIENTA

Al condimento

UNO: Se busca vida inteligente en otros planetas: parecería que aquí se desiste de encontrarla.
DOS: “En Arte, ya está todo dicho”. Claro que sí, imbécil.
TRES: Con los consejos, normalmente se acierta no siguiéndolos. 

CUATRO: Cuando Faulkner obtuvo el Premio Nobel, sus novelas se encontraban descatalogadas. Existe enorme curiosidad por saber qué títulos eran avalados en ese momento.
CINCO: ¿Novela femenina? También, la “novela del baturro”, “del zapatero remendón”, “del Adorador Nocturno”, “del coleccionista de sellos de correos”...
SEIS: Navíos famosos: El arca de Noé; el Pequod; el Titánic. Los dos últimos se fueron a pique.
SIETE: Erskine Caldwell: “Jamás he dudado en desanimar a aquellos que afirman carecer del tiempo preciso para escribir (...) Muchos aspirantes a escritor buscan, quizás inconscientemente, excusas para no proseguir la lucha”.
OCHO: Cuando su autor quemó la segunda parte de “Almas muertas”, se registró la peor pérdida de las letras contemporáneas. ¡Pensar que hubo quien la leyó...!
NUEVE: Lo más injusto de la vida es no poder elegir a los contemporáneos. Este privilegio se lo hemos reservado a las corbatas.
DIEZ: Todo el “Misterio de la habitación cerrada” consistió en que alguien quiso evitar las corrientes.
ONCE: Dicen que el sol terminará explotando. ¡También son ganas de amargarnos el día!



domingo, 5 de abril de 2015

"LAS BRUJAS DE SALEM", Arthur Miller

RESEÑA TEATRO


"Las brujas de Salem", Arthur Miller (1915-2005) - Salem, Massachusetts, 1692. El "diablo" se ha introducido en la pequeña e intolerante comunidad de granjeros. Su influencia se extiende y las autoridades llaman a declarar a numerosas personas, abriéndose una espiral de acusaciones y sospechas que da pie a la ambición y el odio acumulados para sacar a relucir su peor rostro. Los inocentes -espejo del Supremo Ajusticiado- perecen en la hoguera. El gran dramaturgo americano nos ofrece en toda su sutil complejidad un amplio fresco sobre la intolerancia, evocador del Goya más terrible, donde el fanatismo que detesta la caridad y la mera compasión abre el abismo del mismo infierno que se pretende conjurar. Todos los períodos de persecución ideológica se concentran en esta tragedia.