miércoles, 20 de mayo de 2015

PENTALOGÍA DE CANTOR DEL RÉGIMEN - 4 El subidón o Florencio García Retotillo al asalto del Parnaso (misterio bufo de tremenda actualidad) (2003)

HUMOR ENTRE CASCOTES (DISPARATE)

(Durante cinco jueves -éste es el cuarto-, presentaré aquí la estampa de lo que ha venido siendo y figurando el "intelectual" español en los últimos veinte años, al vaivén de la alternancia política en el país, a la que se ha adaptado camaleónicamente de manera magistral. 
Con objeto de contextualizar su lectura, se indica la fecha en que estos artículos fueron publicados. Los 4 primeros aparecieron en la Revista Argaya, de la Diputación de Valladolid; el último, por razones en las que no quiero escarbar, halló su acomodo en la Revista En taquilla, también de Valladolid.)
          
      PERSONAJES:

ENTREVISTADOR de radio.
FLORENCIO GARCÍA RETORTILLO: escritor, para entendernos. 

(Estudio radiofónico, con los trastos y adminículos al uso. Mesa redonda, con pera de micrófono ante cada asiento. Una luz roja de piloto que se enciende o no, dependiendo de si se está “en el aire” o puedes hablar con libertad. Tras un cristal, la mesa de control, donde se divisa la silueta de un fulano que no interviene, pudiendo ser substituido por un maniquí, aunque habría que moverlo un poco por detrás. Al levantarse el telón, está ya en su sitio el total elenco de la obra. El ENTREVISTADOR engarfia los dedos de su mano izquierda, donde sostiene un cigarrillo del que se desprende en vertical, hacia el techo, una lánguida voluta que toma la forma –allá se las componga el director de escena– de un amorcillo travieso y petulante, con arco, flechas y carcaj y un delantalito que le tapa lo pudendo. El ENTREVISTADOR, sentado en su silla hecho un garabato, da suaves caladas al producto cancerígeno y clava una mirada que pretende ser inquisitiva en un punto indeterminado de la pared de enfrente. Individuo enjuto, de mejillas sumidas y una voz de esas que tan bien quedan en la radio, aunque luego en persona desmerece. FLORENCIO GARCÍA RETORTILLO está a su vera, la mar de ilusionado. Calvo, fofo. Rebulle sin parar en su silla. Izquierda y derecha, las del espectador.)

ENTREVISTADOR: Dinos, Florencio. Cuéntanos. ¿Cómo siendo un incapaz, que todos lo sabemos, un tonto de baba, un mediocre, conseguiste encaramarte al panorama literario del país?
FLORENCIO GARCÍA RETORTILLO: Fue sencillo. Asistí a una ceremonia en la que, a cambio de que me dieran por el sieso, me ofrecieron la contrapartida que comentas. A la vista está que cumplieron. Como yo.
ENTREVISTADOR: ¿Te dolió?
FLORENCIO: Aún tengo el alma en carne viva.
ENTREVISTADOR: No me refiero al alma.
FLORENCIO: También. Pero he conseguido acostumbrarme. Se tenga en cuenta que después siguieron incidiéndome y el camino ya estaba abierto.

(Silencio. El ENTREVISTADOR da una calada al cigarro. El humo expelido configura la discusión de una pareja en una vivienda del extrarradio, porque a ella se le han quemado las lentejas. También sucede que la mujer es un poco zorrona y el compadre sospecha, con todo fundamento, que se la pega en su ausencia con un señor de exquisita buena fama que merodea por el barrio. Le jode no reunir las pruebas, a pesar de que ha contratado un detective, con el cual también ella se entiende. Un culebrón.)

ENTREVISTADOR: Florencio, dime...
FLORENCIO: A eso he venido.
ENTREVISTADOR: Lo sé. La emisora y yo lo agradecemos. Me gustaría saber, y a los radioyentes también, si es que alguno está sintonizando esta pamema, que ya serían ganas, cómo lleva un individuo como tú la fama. Sale tu foto en todas partes, elogiado, aclamado... Hasta en un rollo de váter, con el que acabo de limpiarme. ¿Cómo ocurrió? 
FLORENCIO: (Ruboroso.) Me pidieron que lo publicitara.
ENTREVISTADOR: Hablo en general. ¿No resulta una carga insoportable ser el centro de tantísimas miradas?
FLORENCIO: (Vivo.) ¿Y lo que me llevo crudo?
ENTREVISTADOR: ¿Ése es el motivo? ¿El dinero?
FLORENCIO: ¿Cuál si no? Otra cosa es que lo disimule.
ENTREVISTADOR: ¿Cómo lo haces?
FLORENCIO: ¿El qué?
ENTREVISTADOR: Disimularlo. Ir de solidario por la vida, cuando en realidad eres un sujeto sin escrúpulos.
FLORENCIO: Para todo hay que valer.

(Pausa. Nueva calada. Nube recreando un juicio de faltas. El juez, el fiscal y el defensor. Acusados y demandantes, encorbatados y peinados con gomina. Parece que se cruzaron tortas. No se sabe quién empezó, pero sí los que siguieron. Menuda jeta tienen todos, es lo que piensa unánime la judicatura. El caso es sobreseído. A la salida, vuelven a enredarse. La policía les toma otra vez los datos. Tendrán que comparecer de nuevo, con el inconveniente de que ya les han guipado.)

ENTREVISTADOR: Hablemos de la inspiración. ¿De dónde te viene?
FLORENCIO: De ninguna parte: no la tengo.
ENTREVISTADOR: Cuestión, entonces, de trabajo...
FLORENCIO: Trabajar hay que trabajar, eso nadie lo niega. Pero en mi caso, si juzgamos por los resultados... (Risita.)
ENTREVISTADOR: Deleznables. (El otro asiente.) ¿Damos un repaso a los premios que has recibido?
FLORENCIO: Por mí... Aunque te advierto que no conviene marear mucho la mierda.
ENTREVISTADOR: Correremos el riesgo. Tu poema “Fulgor”, que no rimaba ni por casualidad, si bien lo pretendía, que por entonces te encontrabas en tu etapa clásica, tu poema ese, digo, obtuvo en los inicios de tu carrera un diploma y unas flores marchitas.
FLORENCIO: (Emocionándose.) Lo recuerdo bien. Las flores se habían marchitado de tenerlas junto a un radiador, lo que me dio ocasión óptima para extrapolar lo de las flores, diciendo aquello tan sentido de que, y me cito, “igual que las flores se marchitan, de idéntica manera sucede con nuestros íntimos anhelos”, fin de la cita. Lo que me callé fue que naranjas de la China iba yo a permitir que se marchitaran mis anhelos. Y a las pruebas me remito, que tengo una cuenta saneada, por más que todavía he de incrementarla a poco que la gente siga siendo tonta y me lea.
ENTREVISTADOR: De ahí, saltaste a la novela...
FLORENCIO: En la poesía se mueven cuatro perras. No sé si me estoy explicando.
ENTREVISTADOR: Perfectamente. “Corazón enano” fue Premio de la Crítica...
FLORENCIO: Ajá.
ENTREVISTADOR: A los lectores de esa matraca tuya les daba diarrea...
FLORENCIO: Lo consulté con un parapsicólogo. Se trataba de la vertiente física de la diarrea mental de donde salió el pestiño. Un caso de identificación sin precedentes.
ENTREVISTADOR: El Premio Nacional ¿te llegó en el momento idóneo?
FLORENCIO: Explica eso.
ENTREVISTADOR: Mejor, tú.
FLORENCIO: No, tú.
ENTREVISTADOR: (Irritado.) ¿Quieres que desenchufe la clavija y que nadie te oiga?
FLORENCIO: No sería tu peor idea... Sí, me llegó en el momento justo. Torcimos voluntades, violentamos conciencias, chantajeamos... En definitiva, como todos los premios. Últimamente la cosa canta demasiado, pero venimos aguantando.

(Pausa.)

ENTREVISTADOR: (Dando una calada.) También escriben en tu casa...
FLORENCIO: Tocado.
ENTREVISTADOR: Tu mujer, tu hija...
FLORENCIO: Mejor saltamos por encima de este sórdido episodio.
ENTREVISTADOR: Con el mero apunte basta, ¿eh?
FLORENCIO: Ajá.
ENTREVISTADOR: No digas ajá, que me pones nervioso. Ahora, un ratito de publicidad.

(El ENTREVISTADOR y FLORENCIO se quitan los cascos y se desperezan. Música. El humo del interminable cigarrillo del primero ha tamizado el aire del estudio como si fuera un tul, adivinándose la cara mofletuda del Cupido, que lanza una errática flecha con su arco, la cual viene a clavarse en la nalga de un ropavejero que se agachaba a recoger un euro (señal de la modernidad del presente escrito) que un bromista había pegado al asfalto. Lógicamente sobresaltado, el señor se yergue y mira a todos lados. Momento en el que divisa a una opulenta hacia la que se inclina instantáneamente su corazón. Surge entre ellos el amor, pero los del juicio de faltas, que ha quedado claro que son chusma, vienen en tropel y, provocando un tumulto, los separan de por vida. Hasta el fin de sus días, lo pasarán añorándose, principalmente el chorbo, que ya se las prometía tan felices de catar jamón. Anuncios de detergentes, inmobiliarias y cilicios. Del otro lado del cristal, avisa el maniquí que en un segundo vuelven a estar en antena. Se ponen los dos otra vez los cascos. La música cesa bruscamente.) 

ENTREVISTADOR: ¿Volvemos a la carga, Florencio? 
FLORENCIO: ¿No va resultando esto un poco largo?
ENTREVISTADOR: (Cínico.) ¿Ves que alguien proteste? (El otro enmudece.) Calla entonces o te pego una colleja. (Pausa. Calada.) Hablemos de mujeres.
FLORENCIO: (Envarado.) Sabes que soy un poco...
ENTREVISTADOR: De tus lecturas.
FLORENCIO: También soy un poco...
ENTREVISTADOR: ¿De qué hablamos pues?
FLORENCIO: (Ilusionado.) Mañana me dan otra sesión.
ENTREVISTADOR: ¿Cómo lo llevas?
FLORENCIO: Está en el pacto, ¿no te acuerdas?
ENTREVISTADOR: Te vas a quedar en una de ésas.
FLORENCIO: (Entrecerrando mórbidamente los ojos.) ¡Sería una bella manera de morir!
ENTREVISTADOR: ¿Has pensado escribir para el teatro?
FLORENCIO: Mira tú qué ideas tienes.
ENTREVISTADOR: Contesta. Al fin y al cabo, estamos actuando. 
FLORENCIO: Es un campo que nunca tocaré.
ENTREVISTADOR: ¿Por qué? 
FLORENCIO: Desenchufa la clavija.
ENTREVISTADOR: No quiero.
FLORENCIO: (Suspirando.) ¿Me ves aburriendo en directo a las ovejas? 
ENTREVISTADOR: (Pausa. Calada.) ¿Te parece que lo dejemos ya? Suficientemente has quedado retratado.
FLORENCIO: Ajá. 
ENTREVISTADOR: (Se crispa. Suena una melodía ratonera.) Hemos estado conversando, estimados radioyentes, con Florencio García Retortillo, que no tenía nada mejor que hacer que venir aquí. Florencio García Retortillo, retengan este nombre. Aún tiene que dar mucho que hablar. Se rumorea su próxima participación en un montón de eventos, que tiene que mover el culo como nadie, con objeto de seguir en candelero. Florencio García Retortillo ha estado esta noche con nosotros. Muchas gracias, Florencio. Te volveremos  a llamar.
FLORENCIO: Gracias a vosotros. Me ha gustado eso que has dicho de mover el culo.

(Se incrementa la música. Íbamos a finalizar con un terremoto, como en el “Prometeo encadenado”, de Esquilo. Tendría un significado simbólico: la podredumbre y decadencia se hunden con estrépito. Pero luego de pensarlo, y tras discutir con el de los efectos, que quería lucirse, lo dejamos como está. Música, anuncios. Se levantan a mear. FLORENCIO GARCÍA RETORTILLO apunta mal. Cae, mostrando un siete, el

TELÓN.)
(2003)





1 comentario:

  1. Genial Estimado Maestro Rey, la historia de Retortillo, la realidad misma de la vida, como consiguen las cosas la gente, luego dicen que tienen suerte. Me ha encantado las escena que realiza el humo del cigarro del entrevistador y el Señor maniquí...que no de tanto la tabarra, con tanto controlar...jejejjejej.

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