miércoles, 6 de abril de 2016

"EL ORGANIGRAMA" (Novela río) Capítulo 1

(Capricho)

"El organigrama" (Capítulo 1 de 5)


A Pío Socaliñas, hombre corpulento para más señas y que pisaba fuerte por la calle (rompiendo en numerosas ocasiones las baldosas que luego tenía que reparar el Ayuntamiento del erario), le habían borrado del organigrama, con lo que le costara que lo metieran. De repente, una mañana, se encontró con que no figuraba en ningún sitio. Sus cuentas en el banco sencillamente no existían y fue apartado de la ventanilla donde quiso hacerse con dinero –el suyo– por la irónica sonrisa del empleado, quien le aseguró que debía haberse equivocado de entidad y que intentara la operación en otra.
–Hay muchos bancos y cajas en este país, amigo. Vaya probando hasta que localice sus ahorros, suponiendo que tenga un clavo en algún sitio y no haya venido aquí a pasar el rato. Y me permito señalarle al guardia de seguridad, que es aquel que está orinando en la maceta. 
Pío Socaliñas salió estupefacto de la sucursal. Una cruel sospecha le atravesó la conciencia como un rayo.
A la hora del aperitivo, ya no cabía ninguna duda. La investigación de Pío Socaliñas arrojaba un resultado inequívoco: no estaba incluido en ninguna base de datos, ni siquiera en el catálogo publicitario de empresas.
Intentó regresar a su casa para aclarar ideas, pero la portera del edificio le miró mal y desistió. “Ésa sí que me ha reconocido”, se dijo. “Seguramente dará la voz de alarma”.
Pío Socaliñas se alejó solapadamente de la zona.
Toda la jornada, osciló entre un sentimiento de euforia, por la libertad que le permitía la nueva situación, y otro de tristeza, pues no es moco de pavo haberse convertido socialmente en el hombre invisible. 
“Si lo fuera en el plano físico”, reflexionaba Pío, “me refiero a lo de ser invisible, al menos les podría tocar impunemente el culo a las mujeres. Pero mi pesada materialidad me hace ser oteado a distancia. Y hablando de pesada materialidad: necesita ésta sostenerse...”
Pío Socaliñas no había comido en todo el día.
Rebañando la calderilla del bolsillo, que reunió en su manaza junto con un puñado de pelusa y su peonza, encontró que no tenía ni para franquear la entrada del bar más cutre y sin Autorización Sanitaria de Funcionamiento. 
“He de hacer rápidamente amistades”, decidió. Pues las que hasta la trágica fecha del insólito día que estaba viviendo le honraran con su compañía se habían hecho humo y le soltaban una risa en plena cara cuando él les recordaba el vínculo.
Buscó de introducirse en una banda que robaba tapacubos de ruedas de automóviles, pero algo en su aspecto indujo a la desconfianza, siendo abandonado en un solar con la nariz rota y un par de dientes menos.
“La cosa se está poniendo fea”, concluyó Pío, cuyas vacías tripas lanzaban un agónico concierto que desveló a no poca gente en el barrio, personándose varias dotaciones de la policía local que, en ese momento, no tenían mejor asunto que atender.
Pío Socaliñas se escabulló por las alcantarillas. Su primera jornada de hombre anónimo no podía haber sido más desafortunada. 


2 comentarios:

  1. ¡Genial y virtuoso Señor Rey, me ha parecido hasta real la historia!

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    1. Como la vida misma. No lo dude. Conozco a personas a las que les han "borrado del organigrama".

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