jueves, 15 de octubre de 2015

UN HEDOR INTENSO DE CLOACA


Tienen un aspecto cutre, sucio y uno sospecha que se duchan “a menudo”, lo que no da pie, sino todo lo contrario, al optimismo. Bien es cierto que puede ser sólo una impresión. También tienen un aire de rechinar de dientes, y ese aspecto lobuno, con sonrisa que, como decía el poeta, deja asomar la calavera. A su desasosiego unen verbal incontinencia. Pero no sólo verbal: orinan y defecan en público, o afirman que les gustaría hacerlo, principalmente sobre cuestiones entrañables para otros. De su sexualidad conocemos pormenores que preferiríamos, ciertamente, seguir ignorando. En el campo ideológico -su fuerte-, exaltan peligrosas y viejas ocurrencias que ellos pretenden pasar por novedades. Al hilo de esto, su discurso es enfático y siempre en negativo, impostando acudir en socorro de los desfavorecidos, como denominan ellos a los pobres. No argumentan: se valen de fáciles consignas, sencillas de memorizar y repetir. Al hablar, se descomponen, si bien últimamente han aprendido a modular la frase: las lecciones de telegenia les han aprovechado. Mueven mucho los codos, entran y salen de despachos, presentan ultimatums, tienen prisa. En épocas tranquilas -no es el caso-, ocupan la parte baja-media del escalafón social y se muestran serviciales. No cabe engañarse: les consume la rabia de la espera. Aguardan su oportunidad y no descansan. Odian la tradición, principalmente la que tiene siglos. Lo noble, lo limpio, lo decente, les parece cursi. El ejército y las creencias religiosas les provocan sarpullidos. Si pudieran, arrasarían literalmente el país para edificarlo de nuevo desde cero. Su estrategia descansa en la ambición y cobardía de los otros, que conocen y utilizan con verdadero desparpajo. Son maestros en el arte de adular. Desprecian a la mujer y la corrompen. No tienen amigos, sólo compinches. A su alrededor, la atmósfera se vicia, los problemas se enquistan, crecen como hongos las disputas. De los desastres, sin excepción sacan tajada. Si alcanzan el poder, Dios no lo quiera, es para siempre.



3 comentarios:

  1. ¡Sabe Señor Rey lo que más admiro!, lo siguiente, no me llama la atención esas personas famosas, sino la gente corriente que sean buenas personas que quedan poca, y luchan día a día, pero verdaderamente luchar, eh, no lo digo con palabras publicitarias, que demasiados engaños tienen las personas en sus palabras e intentan subsistir, porque pisar la verdadera calle y ver la realidad es de escena Dickensiana.


    Esas personas, esos chicos que los hay buenos y hartos de estudiar y los ves trabajando haciendo encuestas, y da lástima, aunque esa experiencia de contactar con las personas son experiencias laborales con las que se aprende mucho, esos chicos que no salen en la tele, que no tienen apellidos y luchan...ellos se merecen las felicitaciones, no tanto las personas que salen en la tele, supongo que habrá de todo, algunas harán lo que mejor puedan.



    Porque ¡Cielo Santo qué lección más grande nos está dando la propia vida o el Señor de ahí Arriba para que aprendamos!, aunque me temo que nunca aprenderemos....para que todo tenga arreglo debe de estar desarreglado...¡ es eso lo que marca la vida!....parece que sí.



    D. Benito y D. Pío sí sabían de todas estas realidades sin deformarlas.


    Un gran abrazo, Señor Rey, y perdone que me haya puesto seria...


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    1. Yo a veces me pongo más que serio. Sin entrar en política, opino que se han cargado el futuro de nuestra juventud, y lo digo con conocimiento de causa. Les están pagando -cuando les pagan- salarios de auténtica risa. ¿Recuperación? Yo no la veo por ninguna parte. Un saludo.

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  2. ¡Dios mío si es que ya no somos personas!...

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