miércoles, 23 de septiembre de 2015

MARGALLO Y EL DEBATE


No sé, a estas alturas, y no me voy a meter a mirarlo, si el ministro Margallo ha cumplido su amenaza de acercarse a debatir con ese señor gordo independentista, de cuyo nombre ahora mismo no me acuerdo. El señor Margallo es ministro de asuntos exteriores y, por lo visto, no debe de tener demasiado trabajo en este área, pues ha manifestado su propósito de injerir en campo ajeno, como es el de los asuntos internos.

Pero ahora que lo pienso mejor, lo voy pillando. No es que Margallo no tenga mucho trabajo, sino que, si se materializa la secesión de Cataluña, esta región pasaría a caer -ahora sí-  bajo la atención y el interés de la mirada margalliana, con lo cual el hombre no está haciendo sino anticiparse a lo que pudiera ocurrir. Está bien ser previsor.
En cualquier caso, insistimos, no debe acudir Margallo a ese debate. Que vaya, pero no para debatir con ése, ni con nadie. ¿Para qué va a ir, entonces? Si tienes paciencia te lo explico.

Consíguete, Margallo, un micro de solapa y conéctalo a una grabadora. Seguro que el CNI te deja uno. Y si no te lo deja porque las relaciones son tirantes, se lo pides a Soraya, que es su jefa. O te rascas el bolsillo y te lo compras. En Madrid hay sitios que lo venden. En seguida te diré para qué lo necesitas.

Cuando estés en Cataluña, ministro, pégate como una lapa a tu objetivo, el orondo ese que te he dicho. Si va a un mitin, tú detrás. Si hace campaña en un mercado, en una biblioteca, donde sea, eres su sombra. Si se mete a un cine, tú también. Él puede que se extrañe y te pida explicaciones, no se las des. Como mucho le puedes sonreír, así le vas debilitando.

En algún momento, tendrá que ir a mear. Tú, ni se te ocurra, debes estar operativo a todo trance. Para mayor seguridad, ponte un pañal, así podrás hacer pipí o popó sin moverte de tu puesto, como los astronautas.

Una vez haya entrado en los urinarios, cuenta hasta tres. Lo justo para que se desabroche la bragueta y ponga la herramienta al aire. Entonces irrumpes, cucu-tras, con un poco de alharaca, y te colocas a su vera. De repente, te lo garantizo, habrás captado su atención.

Háblale, suave, persuasivo, caliéntale la oreja. La independencia es mala, le dices, te va a ir peor, de dónde vas a sacar para tanto que quieres destacar... No hace falta que los argumentos sean muy precisos, lo importante es, raca, raca, la matraca. Como hacen ellos. Un minuto, dos, tres… los que haga falta. Le verás desesperarse. Ningún hombre puede miccionar así. Si no sueltas tu presa, habrás ganado.

Una vez que le hayas arrancado el compromiso de que Cataluña abandona ese delirio -lo hará, créeme-, tu misión es llevar la grabación ante notario. Aléjate de la zona a toda mecha. Coge un taxi, no vayas en metro que te pueden robar el documento. Lo intentarán. Irán por ti. Disfrázate de mielero o de baturro, algo que no llame la atención. Evita estaciones y aeropuertos, vuelve por carreteras secundarias. Si la Guardia Civil se fija en ti, di que estás haciendo senderismo.

En estos momentos, Margallo, te mira toda España. Enviamos a territorio hostil un comando de un hombre solo: tú. Ánimo. Si triunfas, pasarás a la Historia, fíjate que la escribo con mayúscula. Que no te tiemble el pulso. Que le tiemble a él, tú ya me entiendes.Te esperamos a este lado de la raya. Suerte.



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