miércoles, 24 de junio de 2015

SOLILOQUIO (Al siglo antepasado)

HUMOR ENTRE CASCOTES (ENIGMA)

-Está ciego este hombre, ¡Dios mío! –murmura la dama en la intimidad de su aposento-. Y por otro lado, qué sensibilidad para comprender a una mujer. Es seguro que, en el pasado, amó a muchas y que le han correspondido. También, se nota, yo lo noto, que ha sufrido desengaños. Nadie como él sabe consolar un alma herida. Cuando me voy a confesar, pienso en él desde la víspera, toda la noche repaso mis pecados. Y en la iglesia, tiemblo y me sofoco. Me dan ganas de salir corriendo. A veces lloro y él piensa que son lágrimas de contrición. Me reconviene con dulzura. ¡Si supiera el dolor, feliz dolor, que me provocan sus palabras! Pero está ciego y no ve. Conoce mi corazón como nadie, pero al mismo tiempo es inconsciente de mi drama. ¡Sufro tanto! He llegado a pensar en confesarle mi amor allí mismo, de rodillas y en presencia del Altísimo. Dios me perdone, estoy diciendo disparates. Pero me estoy volviendo loca y un día se lo diré desesperada. Me gustaría que lo supiera todo el mundo, aunque me despreciaran. Es lo que quiero, que me humillen, que me echen en cara esta pasión desgraciada sin la que no puedo vivir. Tampoco quiero. Hay momentos en que pienso en la muerte y la deseo. Tomaría un veneno, pero me retiene, más que la seguridad de ir al infierno, ¡Dios mío!, el temor de no volver a verle, de estar separada de él por toda la eternidad. Sé que blasfemo, pero no puedo remediarlo. ¿Qué diría él, si supiera todo esto? Me moriría de vergüenza, aunque he llegado a insinuárselo. Pero no comprende, lo toma por piedad, por religión. ¡He llegado a maldecir al Dios que me creó! Me estoy volviendo loca. Comulgo en pecado, pero me siento dichosa. ¿Tendrá Dios piedad de mí? Jamás hubiera creído posible tanta angustia. ¡Yo, que me he reído tanto, ahora tengo que llorar por este hombre que me comprende como nadie, al que entregaría mi ser entero sin dudarlo, y que no ve que por él voy a condenarme! 



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