martes, 3 de febrero de 2015

"LOS BUENOS CAMARADAS", John Boynton Priestley

RESEÑA NOVELA


Los buenos camaradas, de John Boynton Priestley (1894–1984) - El señor Oakroyd, obrero en una de las ciudades industriales de Inglaterra, decide abandonar su hogar, en una mezcla de hastío y crisis de la mediana edad. Su mujer y su hijo son incapaces de retenerle. Paralelamente, en otro lugar muy diferente, la señorita Trant toma posesión de su modesta herencia al morir su padre, emprendiendo un errático viaje en el automóvil recién adquirido. Por último, Íñigo Jollifant, profesor en una escuela rural, se ve forzado a despedirse por cierto malentendido con la adusta propietaria del colegio. Las vidas de estos personajes confluyen en determinado punto con una compañía de variedades que está a punto de irse al garete. Actores, músicos, cantantes, empresarios, ellos y ellas, en el brumoso y deprimido marco de las calles, los hoteles baratos y los teatros, y pletóricos de un absurdo romanticismo, luchan por el éxito y la supervivencia, sin olvidar el amor. Surge así el formidable fresco de una época ya desaparecida, pero que todavía nos resulta familiar, en el siempre inestable (y fascinante) entorno teatral al que perteneció el autor en su exitosa faceta de dramaturgo y que tan cálidamente refleja en esta obra. 



3 comentarios:

  1. Independientemente de luchar las personas por el éxito o no, hay algo en lo que da en la tecla, Señor Rey, la falta de aire fresco, el olvido del propio vivir que tienen la gente, no recuerdan nada, tantas ambiciones para nada, por no tener no se tienen ni a ellos mismos, pertenencias todas las que quieras, pero si se olvidaron de vivir, de respirar el aire fresco, de saludar alegremente por la mañana.


    Hasta Renoir sabía vivir mejor, habría épocas de dificultades pero de emocionarse no dejaron las personas de hacerlo, en la actualidad sí, al otro barrio no se van a llevar nada, que lo tengan claro.

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    1. Javier Rey de Sola4 de febrero de 2015, 17:31

      Muchas personas tienen miedo a vivir: es una especie de enfermedad contemporánea. Porque, claro, vivir implica riesgo, compromiso, incertidumbre... Perdón por estas palabras tan tópicas. Un saludo.

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    2. No importa Señor Rey, a las palabras tópicas también necesitan que las queramos, pues merece la pena recuperar como diría la Existencia del Vivir.

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