viernes, 29 de agosto de 2014

CULTURA Y SUBVENCIÓN

DIMES Y DIRETES


La cultura debe ir a parar a sus verdaderos destinatarios, que son los que la consumen de manera voluntaria. El Estado no es quién para obligarles a comprar lo que no quieren ni les gusta. De ahí la inmoralidad –por no hablar de abuso o prepotencia– de subvencionar con dinero público las disciplinas artísticas, que por otra parte generan clientelismo. Muchos llamados artistas las adoran, porque viven de ellas. Cada vez que se les propone, con toda lógica y  justicia, substituir el apoyo del político de turno por el de un público propicio, se descomponen y sueltan alaridos, porque quieren seguir con su milonga y saben que ésta se agostaría sin el paraguas público. El artista –cineasta, hombre de teatro, pintor o novelista– debería renunciar a este tipo de apoyo administrativo, teniendo el valor de afrontar la escasez, incluso la miseria, y a partir de lo cual convencer a posibles seguidores. Así, demostraría que él es el primero en creer en lo que hace. O también, y no hay nada malo en ello, compaginar otro trabajo con su arte. Pero ¿ayudas públicas o subvenciones? Mejor que no. Llamamos a esto “democratización de la cultura”. Con las excepciones que se quiera, que también tendrá que haberlas, siempre singulares y medidas.



1 comentario:

  1. Toda la razón en el artículo, Señor Rey, la cultura debe ser diversa y no tantas subvenciones a las que se acostumbra los no verdaderos artistas más que los que son, tantos amigotes y amigotes no producen nada, no aportan nada a la sociedad. Y debe existir VARIEDAD no imponerse lo que se quiera o porque algo esté de moda...

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