domingo, 17 de agosto de 2014

¡ASÍ VIENE ZUMBANDO!(Bagatela española con zambomba)

HUMOR ENTRE CASCOTES (DISPARATE)

En el café de Chinitas
dijo Paquiro a su hermano: 

Soy más valiente que tú, 
más torero y más gitano.
Federico García Lorca 


  Cuando Alarico Melamamas, en fecha tan señalada como la del veinticuatro de diciembre, anunció a padres y hermanos su propósito de consagrarse de por vida a la glosa y ejercicio del artículo de la Constitución de su país que proclamaba la libertad de expresión sin cortapisas, el abatimiento hizo rápida presa entre sus deudos. Su madre, después de derramar profusas lágrimas, le expuso lo siguiente:

   -¡Hijo! Como sabes, soy mujer sin preparación ni estudios, de lo que me enorgullezco y le ha venido de mimo a la familia, que jamás ha sido sospechosa de inteligencia en ningún campo. Con tal bagaje, y la salvaguarda de tu padre (aunque su protección no vale un pijo, dicho sea de paso), os saqué adelante a ti y a tus hermanos, en número de nueve, si la memoria no me falla, que creo que sí y me importa un bledo. Recordarás las veces que me lié a tortazo limpio en la escalera, defendiendo el honor y la limpieza de los nuestros. Mi facundia, restringida a este ámbito semidoméstico, no le iba a la zaga a la del orador Demóstenes, un espabilado, por lo que comentaban el otro día las vecinas en la tienda... La noble causa que pretendes abrazar es defendible en otros lares, nunca en esta sombría y atrabiliaria piel de toro. Pues de persistir, antes pronto que después te introducirán un palo astillado de fregona por el culo o te socarrarán las partes con un soplete de fontanero. ¡Inspírate de tus hermanos! –le intimó la mujer, cuya grosura trepidaba al compás de su vehemencia–. El mayor sostiene la escupidera de un preboste. Otro se ejercita de felpudo. Y los restantes lustran cada mañana a lametazos el calzado del correspondiente prócer. Ellas, tus hermanas, ascienden como un cohete por el escalafón con el solo mérito del coño. ¿Nos quieres atraer la ruina –inquirió, dolida–, precisamente en unos momentos en que las autoridades están a punto de concedernos el galardón con que se premia a los más trágalas y que consiste en el marbete de una famosa marca de embutidos? ¡No jodas, hijo, que ya hemos sufrido demasiado! –culminó con cariñosa entonación la madre–. Ahora pasará tu padre, que, aunque es un mierda, abundará en mis argumentos.

   El cual, tomando el lugar de su costilla, explotó: 

   -¿Cómo te ha entrado semejante desatino en el caletre? ¿Acaso yo, espejo en que te has debido mirar desde la cuna, te he inficionado sin querer el miasma? A mis jefes, como sabes, y tú debías imitarme, no paro de hacerles cucamonas a la gárgola, lo que aprendí de joven y no es tan oneroso como seguramente piensas: también lo realizan estudiosos, catedráticos, académicos de la que limpia, fija y da esplendor y demás morralla. Si las lágrimas de la que te alumbró no te conmueven, guíate de mi alegato, que aunque mendaz es sentido y nos va en ello la supervivencia. Hazte el soca con ese derecho lamentable, que sólo se ha incluido en nuestra Carta Magna para que no nos imputen del extranjero su carencia, pues el orgullo nacional no soporta tutelajes, a no ser que insistan y entonces, ¡pero por pura educación!, embuchamos lo que sea y todavía rebañamos el plato. Y además –concluyó con el guiño que le era particularmente aplaudido en la tertulia de maricones donde solía ser máxima estrella–, tendrás que pasarte la existencia mirando a tus espaldas. Pues Roma no paga a traidores y el que pueda que lo entienda, que yo sé bien lo que me digo.

   Esa noche, en medio de una ventisca tan fuerte como no recordaban los más viejos, salió Alarico de su casa. Le siguieron perros de todos los pelajes. 



1 comentario:

  1. Una gran verdad expresada sin rodeos lo contado en esta historia.

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